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UNFIXED INFRASTRUCTURES AND RABBIT HOLES

Mario Santamaría

24.01.20 - 05.07.20

La Blueproject Foundation presenta la exposición Unfixed Infrastructures and Rabbit Holes de Mario Santamaría, el primer artista residente de 2020, que se podrá ver en la Sala Project del 24 de enero al 5 de julio de 2020.


Trace Route (1)

Lo que entendemos por cuerpo —o el modo en el que este existe— se ha complicado irreversiblemente con la invención y expansión de internet. En cuanto interactuamos colectivamente con la tecnología, dejamos de existir como una singularidad estable y definida, como una entidad delimitada, porque nuestros datos y nuestra vida se filtran hacia nodos distribuidos que incrementan nuestra percepción del yo; continuamos presentes incluso donde creíamos que nos habían borrado, incluso cuando pensamos que no estamos. Y es que nuestro cuerpo es percibido a través de la información, en cuanto información y como portador y creador de información, como sujeto de percepción y objeto de traducción. Esto se manifiesta, o más bien lo sentimos, como aquello que el teórico de los medios de comunicación Sun-ha Hong llama el “cuerpo de rastros”: “Cuando siento mi propio cuerpo de rastros como una presencia ausente, estoy experimentando qué se siente cuando máquinas y bases de datos median entre yo y yo mismo.” Se trata de una serie de experiencias fuera del cuerpo que están constantemente sobrescribiendo, corrompiendo, averiando... El simple hecho de ser humanos nos obliga a lidiar con una consciencia inestable del yo, pero si además nos enfrentamos a una multitud de otras posibles presencias a través de los perfiles de datos que creamos, o a través de aquellos que crean para y acerca de nosotros (con o sin nuestro conocimiento) agentes gubernamentales o corporativos, parece necesario responder con acciones personales a esa distribución en el tiempo y el espacio.

Cuando algo se pierde, nos deja o es arrebatado, solemos mirar. Escribiendo esto para Mario, quien a su vez ha hecho un viaje en busca de su propio cuerpo de rastros, miré hacia donde otros habían buscado llevar su cuerpo más allás de las líneas de datos, cruzar fronteras y distancias para ver dónde interseccionan cuerpos, máquinas y bases de datos, ver qué se podría encontrar al liberarnos de nuestros límites. Quizás, como escribe Rebecca Solnit, “perderse es un aparecer extraño”.

Primero encontré a Diane, o más concretamente, dianegoesforyou.com. Diane (cuyo nombre real es Diane Rabreau) se describe a sí misma como “un motor de búsqueda viviente” y ofrece un servicio únicamente para individuos. Una persona, a quien Diane nunca ha conocido, encuentra un punto curioso en una imagen por satélite de Google Maps y hace una sola pregunta, como por ejemplo: “¿Qué hay al final de esta carretera?” o “¿Es posible esconderse debajo de este tejado?” (tal como han preguntado jugadores anteriores). Y Diane se desplazará cientos o miles de kilómetros para averiguarlo (según los fondos disponibles), y te hará un video y tomará fotos para descubrir si, tal como te preguntabas, hay salamandras debajo de esa roca que viste desde tu sofá, desde tu propia visión del espacio. Los motores de búsqueda son increíblemente rápidos, y a un nivel profundo aún nos resulta incomprensible que podamos descubrir tantas cosas con solo tocar un botón, o ver el otro lado del mundo desde tan lejos.

El sueño de la tecnología, que es el menos afectado por la derrota del capitalismo, aún se asombra de que podamos enviar mensajes en cuestión de segundos, de que nuestras imágenes puedan aparecer en otros lugares, de que podamos estar en dos lugares al mismo tiempo, de que nuestro cuerpo pueda atravesar océanos en unos segundos. Nos cautivan aquellos que hacen viajes destinados a cosas no humanas. Henry “Box” Brown fue el primer hombre en enviarse a sí mismo por correo al otro lado de América, huyendo de la esclavitud en 1849, pero fue W. Reginald Bray el primero en hacerlo para poner a prueba la infraestructura misma del sistema: después de haber enviado con éxito una abeja y un elefante, Bray se envió a sí mismo en 1900, aunque no está claro cuánto tiempo le llevó ni cuánto le costó llegar a su destino final. Al recordar ahora a Bray ―que era conocido por tratar de enviar cartas incorporando en ellas tan solo una imagen del paradero― pienso en las reglas de aquellos primeros tiempos del servicio postal, de las que él abusó descaradamente con su excentricidad. Por supuesto, en aquel entonces el sistema era lo bastante pequeño como para que sus límites estuvieran claros; uno podía explicar fácilmente cómo se enviaba una carta. Sin embargo, en nuestra realidad contemporánea explicar cómo nos llega un mensaje nos parece como explicar un milagro moderno, y ante la menor complejidad recurrimos a la analogía.

En el año 2016, la escritora y artista Ingrid Burrington quiso seguir el rastro en todos los Estados Unidos de la infraestructura física y los grandes centros de datos de la monstruosa red Amazon Web Services de Amazon, la cual (en el año 2019) constituye el 48% de la infraestructura de la nube pública mundial. Burrington fue hasta Virginia del Norte, donde están ubicados muchos de los centros que controlan los principales sitios AWS, y desde allí comenzó a registrar y explorar cada sitio para hacerse una idea de la abrumadora influencia que ejercen sobre la geografía. La reputación de Amazon de retener o limitar información (véanse las estadísticas de su consumo energético y de su impacto ambiental) se extiende a las ubicaciones y las cifras de sus centros de datos, tanto activos como inactivos, así que Burrington encontró algunas de las ubicaciones en Foursquare, y otras a través de sitios webs municipales o a través de las noticias ―por ejemplo, una que se incendió durante su construcción en Ashburn, unos 50 kilómetros al noroeste de Washington DC. En su desplazamiento físico por un paisaje en el que Amazon llevaba a cabo una intervención coordinada, Burrington descubrió que Virginia del Norte es el “corazón de internet”, mientras que antes existía como una especie de “región fantasma […] una constelación de agencias de inteligencia y empresas armamentísticas” que pasaban más o menos inadvertidas a no ser que aterrizaras literalmente en su puerta. Aunque ella no podía coger un espejo y ver sus propios datos, sí logró ver por dónde podrían moverse, un posible lugar en el que ella podría existir, aunque fuese por un momento. Al revelar la infraestructura invisible, los lugares en que esta era posible, Barrington fue capaz de extraer una capa de la historia y del estado actual de internet que no eran visibles desde el exterior para ver su parte prosaica y banal, el trabajo, las personas y las partes que se movían y estropeaban. Fue un viaje que facilitó la desaceleración necesaria para poder ver.

En el correo electrónico que me escribió Mario Santamaría para pedirme que escribiera este texto, me explicó los detalles del viaje en el que siguió la ruta de sus propias datos: “Barcelona, Suiza, Estocolmo, Milán, Perugia, Bérgamo. Un viaje de 50 milisegundos en 14 días.” Buscando su propio rastro en la jungla de un paisaje de datos expandidos y distribuidos, Mario llevó a cabo una forma de desplazamiento en el tiempo. Condujo un cuerpo por una ruta de datos, en un viaje que no estaba concebido para un cuerpo pero que es visitado por muchos, aumentado y creado por muchas manos. Este viaje, como el de Burrington y el de Rabreau, es una especie de mímica tecnológica, cuyos puntos de partida y de llegada son muy similares al equivalente computacional de la ruta de datos, pero con una permeabilidad de naturaleza tan desconocida e indistinguible como pueda serlo todo sistema complejo, ya sea humano o tecnológico. Sin embargo, las razones de dicha complejidad no son tanto una cuestión de la psique como del hiperobjeto del capitalismo.

En The Second Body (El segundo cuerpo), Daisy Hildyard sostiene que “el cuerpo existe a diferentes escalas”, y habla del “horror que aparentemente produce el hecho de que tu cuerpo sea una cosa física con límites porosos”. Cuando nos imaginábamos una vida junto a lo tecnológico, quizás imaginamos una relación un poco más consensuada entre cuerpo y tecnología, una vida mejor y aumentada, no un cuerpo distribuido y atemporal al que no podemos seguir el rastro, que existe a velocidades que nosotros nunca podremos alcanzar, flotando sobre nosotros como espectros hechos de polvo, plástico y cables. Al hacer un viaje con el cuerpo que podemos percibir inmediatamente y con la comprensión explícita de que carece de límites, sentimos la existencia de otros cuerpos, la aparición de otros sistemas y la resurrección de otras realidades.

Natalie Kane. Comisaria de diseño digital en el Victoria & Albert Museum, Londres

 

(1) Traceroute es el procedimiento técnico que permite seguir la ruta de un paquete de datos dentro de un protocolo de red.
(2) Concepto acuñado por Timothy Morton para referirse a cosas que son demasiado grandes y complejas como para percibirlas directamente o comprenderlas fácilmente.


Referencias

Burrington, I. (2016). Why Amazon's Data Centers Are Hidden in Spy Country”, The Atlantic, 8 enero. Disponible en: https://www.theatlantic.com/technology/archive/2016/01/amazon-web-services-data-center/423147/

Diane Goes For You: dianegoesforyou.com.

Hildyard, D. (2018). The Second Body. Londres: Fitzcarraldo Editions.

Hong, S. (2015). Presence, or the sense of being-there and being-with in the new media society. University of Illinois: First Monday. Disponible en: https://doi.org/10.5210/fm.v20i10.5932.

Solnit, R. (2005). A Field Guide to Getting Lost. Nueva York: Viking Press.

Mario Santamaría (Burgos, 1985) trabaja a través de una amplia gama de medios, utilizando frecuentemente fotografía, video, performance, sitios web y intervenciones en línea. Forma parte del espacio Trama34 en L’Hospitalet de Llobregat y colabora habitualmente en el festival The Influencers del CCCB en Barcelona así como también es comisario del Internet Yami-Ichi en Matadero Madrid. Ha sido finalista en el Post-Photography Prototyping Prize del Fotomuseum Winterthur e incluido en Watched! Surveillance, Art and Photography de la Fundación Hasselblad. En 2016 viajó al servidor donde se aloja su página web. Lo hizo repitiendo el mismo trayecto de los datos a través de la infraestructura de internet, tardando 14 días en realizar un viaje de 67 milisegundos. Su página web funciona 23 horas al día y su cuenta de correo se encuentra permanentemente en un “out of office” que avisa: “I am sleeping. I will have limited access to my e-mail during this period.” Ha sido artista residente en Hangar Barcelona, Sarai Nueva Delhi, HISK Gantes, Art3 Valence y Kunststiftung Baden-Württemberg Stuttgart. Su trabajo ha sido mostrado entre otros en: CaixaForum (Barcelona), MACBA (Barcelona), ZKM (Karlsruhe), WKV (Stuttgart), Edith-Russ-Haus (Oldenburg), Fundació Antoni Tàpies (Barcelona), CENART (México), La Casa Encendida (Madrid), Arebyte (Londres), Stadtmuseum (Múnich), Or Gallery (Berlin) y en las Bienales de Lyon, Tesalónica y La Habana.

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